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Isidra de Guzmán

Doña Mª Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda. Noble (Madrid, 31 de octubre de 1767 - Córdoba 5 de marzo de 1803). Conocida como la Doctora de Alcalá, fue la primera mujer que ostentó en España el título de doctor y la dignidad de académico de la lengua.


Nacimiento[]

Doña Mª Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda nació en Madrid, el 31 de octubre de 1767. Fue bautizada al día siguiente en la iglesia de San Ginés con setenta y tres nombres, como era usual en la nobleza de la época, pues era hija de los marqueses de Quintana y Guevara, luego de Montealegre y condes de Oñate y de Paredes[1] don Diego de Guzmán y doña Mª Isidra de la Cerda y Guzmán. Su educación corrió a cargo de don Antonio Almarza, quien puso en conocimiento de don Diego las especiales dotes intelectuales de la niña. Mª Isidra nació en el palacio familiar, situado en la calle Mayor de la villa y Corte, en un ambiente típicamente ilustrado, donde eran frecuentes las reuniones o tertulias al uso de la época y cuya biblioteca familiar era conocida como una de las mejores de toda la Corte.

Inteligencia destacada[]

En este contexto, la capacidad y los conocimientos de la joven se desarrollan ampliamente y comienza a ser conocida y admirada en los salones madrileños. Así, la Real Academia de la Lengua Española la nombró mienbro el día 2 de noviembre de 1784, cuando contaba doña Mª Isidra tan sólo 17 años y pronunció su discurso el día 28 del citado mes, acompañada por su padre. Y es que don Diego estará junto a ella y la apoyará en todo momento. La Academia admite a la joven como Académica Honoraria, que no de número, a pesar de lo cual no deja de sorprender, dada la trayectoria fuertemente misógina de dicha institución hasta nuestros días. En el acta de nombramiento se aclaran los motivos del mismo: “…la Academia, informada de las extraordinarios adelantamientos de esta Señora en la eloquencia y en las lenguas y particularmente en la Castellana…”, esto es, admite los conocimientos de doña Mª Isidra ya públicos, para a continuación insistir en el hecho único de que “…sin embargo de no haber habido hasta ahora exemplar semejante, en atención a las expresadas circunstancias y al mérito personal que de ellas resulta…” la admiten por sus conocimientos a título personal, pues fue ella la que luchó por entrar en la Real Academia, no como honoraria, sino de número, lo que es claro que no consiguió.[2] Sin embargo, el hecho de que una institución de tal prestigio la admitiera como Académica Honoraria, era único y llamó mucho la atención no sólo en Madrid sino en los ambientes ilustrados de provincias. Pero doña Mª Isidra deseaba ir a la Universidad. Sabía que, como mujer le estaba totalmente prohibido asistir a sus aulas, por ello le pidió a su padre ser examinada oral y públicamente en la Universidad de la ciudad Complutense de Alcalá de Henares .


Es así como don Diego, viendo que los conocimientos de su hija y su inteligencia eran públicos y notorios, decide apoyarla para que éstos se vean refrendados con un título oficial, tal y como ella deseaba. Para ello, solicita a Floridablanca le sea concedido el permiso del Rey para poder examinarse de doctorado en Filosofía y Letra Humanas en la citada universidad. El 20 de abril de 1785, el rey otorga su permiso y Floridablanca escribe a las autoridades universitarias para que realicen el exámen a la joven.

Ingreso en la Universidad Complutense[]

El exámen se desarrolló los días 4 y 5 de junio de 1785, y el día 6 fue nombrada Doctora y Catedrática Honoraria de Filosofía Moderna. Una vez en Alcalá de Henares, toda la familia se alojó en el Palacio Arzobispal, cuyas condiciones de abandono hubo de subsanar el padre de la doctoranda. De allí partió la comitiva hasta la iglesia del Colegio Máximo de Jesuítas, donde se celebraría el examen, dado que en esos años, el Colegio Mayor de San Ildefonso estaba en obras y se habían trasladado todas las actividades al de jesuítas. El tribunal estaba compuesto por los siguientes profesores: Don José María Martínez Alonso Gascó, catedrático de Teología; el dominico fray Tomás de San Vicente, catedrático de Teología; el franciscano fray Francisco del Cerro, catedrático de Teología segunda, ejercieron como argumentos, y como examinadores el trinitario Gaspar Antonio García Bermejo, el carmelita José López Gil, don Ángel Gregorio Pastor, el mercedario fray Juan Francisco Velasco, el Consiliario Juan Francisco del Valle, Blas Pérez de Varverde y Galeote y Vicente Peñuelas y Zamora.[3] Se examinó de los idiomas siguientes: griego, latín, francés, italiano y castellano; de Retórica, Mitología, Geometría, Geografía, Filosofía General, Lógica, Ontosofía, Psicología, Física General, Física Particular, Tratado sobre los Animales y los Vegetales, Sistemas del Orbe, la Esfera Armilar y Ética.


Durante dos horas respondió a las preguntas del tribunal y al día siguiente, el 6 de junio, tuvo lugar la concesión de los grados en Filosofía y Letras Humanas y la imposición del bonete de Doctora en un acto solemne al que acudieron, además de los catedráticos y autoridades universitarias y de la ciudad, los invitados de la familia de la doctoranda y multitud de estudiantes y curiosos.[4] Doña Mª Isidra hizo el juramento acostumbrado y de rodillas recibió el bonete de manos del Cancelario quien recitó la acostumbrada fórmula del nombramiento en latín. Finalmente, la Doctora respondió en latín a la cuestión que le planteó el Cancelario acerca de si una mujer puede enseñar letras tanto profanas como sacras. A continuación el Rector le entregó la medalla conmemorativa del acto[5] y el título en vitela fina. Ya de regreso en palacio, el marqués de Montealegre ofreció un refrigerio y ese mismo día escribió a Floridablanca para que le notificara al Rey el doctorado de su hija. Es esclarecedor el informe que redacta el Rector y que enviará al citado ministro tres días después. Dicho informe es el relato minucioso y pormenorizado de todo lo ocurrido durante los días 4, 5 y 6 de junio de 1785. Señala la “…innumerable multitud de literatos que concurrieron…de todos los doctores… y de un concurso el más lucido y numeroso de sabios de casi toda España…” y en cuanto a la actuación de la doctora, califica el primer ejercicio como “espinoso” y a la doctora con expresiones como “…perspicacia de ingenio, memoria incomparable, perfección en los idiomas, diestro manejo de Virgilio, asombrosa erudición…” El Abad Rojas califica a nuestra protagonista como sabia y habla incluso de cómo supo mantenerse serena ante tanta gente y tanta expectación. Finaliza su informe asegurando que este hecho “…es digno de inmortalizarse en las historias para gloria de la Nación…”[6] Se conservan hasta ocho retratos de la Doctora, el más ¿conocido? Es el que realizó el pintor Joaquín Inza en 1785 con motivo del doctorado de Doña María Isidra y que conserva la Universidad Complutense de Madrid, fruto de todo el patrimonio mueble y librario que se llevó de Alcalá y que nunca regresó aun a pesar de apropiarse del patronímico de nuestra ciudad y de la universidad que fundara Cisneros como Compluti Urbis Universitas. En fin…

Declarada Doctora[]

El 29 de julio de 1785 ingresó la ya Doctora en la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País y el 21 de enero de 1786 en la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, en la que pronunció su discurso de entrada el día 25 de febrero y en donde, según todos los indicios, entró por deseo suyo. Fue admitida en esta Sociedad como socia de mérito (poco después, el 28 de enero, fue admitido su padre el marqués de Montealegre) pero ella quería asistir a las juntas, lo que planteó a los miembros de la Matritense un problema “ético y de decoro”. En ese sentido hay que añadir a la mentalidad de la época el hecho de que la Doctora era una joven soltera. Las actas de la Sociedad Matritense son esclarecedoras, pues se abre un acalorado debate entre tradicionalistas (con Cabarrús a la cabeza) y aperturistas, dirigidos por Jovellanos, gran amigo de la Doctora y de su familia. Así, la Junta decide consultar al Rey que, conocedor del deseo de muchas damas de pertenecer a esta Sociedad, opta por la solución salomónica de crear una Junta de Damas con actividades paralelas a la de Caballeros dentro de la Matritense. Fue pues, María Isidra quien abrió las puertas de las Sociedades de Amigos del País a las mujeres; ella ejerció en la Matritense como secretaria, elaboró un reglamento para la creación de una escuela de bordados para niñas pobres y partició todo lo que pudo en las actividades de dicha Sociedad. Detrás de la Doctora entraron en la Matritense, entre otras, la Marquesa de Peñafiel, la Condesa de Montijo, la Condesa de Santa Eufemia, la de Benalúa, la Marquesa de Palacios, la de Villalópez, la Duquesa de Osuna (primera presidenta de la Junta de Damas). En la época que nos ocupa las opciones para las mujeres nobles eran el matrimonio o el convento, no se contemplaba ninguna otra posibilidad. Así pues, Mª Isidra estaba destinada al matrimonio desde los 14 años en que se firmaron las capitulaciones matrimoniales con el futuro Marqués de Guadalcázar el día 26 de agosto de 1781. En ellas se acordaron 10.000 ducados en arras. La dote, otorgada también en Madrid el 14 de noviembre del citado año, consistió en un censo de 50.000 ducados y una cantidad importante de plata que luego legó a su hija la Condesa de Armíldez de Toledo.

Matrimonio[]

Casó Doña María Isidra el 9 de septiembre de 1789 con Don Rafael Alfonso de Soussa, Marqués de Guadalcázar y de Hinojares, grande de España de primera clse y gentilhombre de Cámara de su Magestad, cuyo mayorazgo se hallaba en Córdoba, aunque él había nacido en Madrid en el palacio familiar de la calle de San Bernardo en 1771. Era hijo de don Pedro Alfonso de Sousa Fernández de Córdoba y de doña Francisca de Borja Alfonso de Sousa, su sobrina, Marquesa de Hinojares, Mejorada y laBreña, Condesa de Arenales y Fuente del Saúco, entre otros títulos, quienes se habían casado en 1766 en la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas de Córdoba y cuyo hijo y heredero, Rafael fue bautizado en la parroquia de San Martín de Madrid. La Marquesa de Guadalcázar tenía problemas económicos, especialmente desde que quedó viuda, como lo demuestran las ventas de tierras, casas y cortijos que hace en 1793, tras conseguir el permiso del Rey para enajenar parte de su mayorazgo y aplazar repetidamente los pagos a los acreedores.


Así, la Marquesa vendió propiedades por valor de 2.344.740 reales, de los que pagó deudas por valor de 1.986.540 reales. No sabemos las razones que llevaron al padre de la Doctora de Alcalá a casarla con el Marqués de Guadalcázar, pero es obvio que eran tiempos difíciles y que la endogamia nobiliaria era tradición: el padre del esposo de Mª Isidra era tío carnal de su madre y el mismo parentesco, aunque en segundo grado, existía entre los padres de nuestra Doctora, por lo que no debe extrañar a nadie el hecho de que dos hermanos de la Marquesa de Guadalcázar fueran declarados inhábiles por locura manifiesta y por ello el mayorazgo pasó a la madre de don Alfonso, esposo de Mª Isidra.


El 11 de agosto de 1789, el padre de la Doctora y la Marquesa de Guadalcázar solicitan a Carlos IV la licencia necesaria para el matrimonio de sus hijos, con el informe pertinenete del Corregidor de Madrid y un mes después en la fecha citada, se realizó la boda con la pompa habitual en la iglesia de San Ginés de Madrid, oficiada por el cardenal Lorenzana. El 14 de noviembre del mismo año, se entregó la dote en Madrid consistente en 50.000 ducados y una gran cantidad de plata no inventariada. Casó Mª Isidra en una época crítica de nuestra Historia, la Revolución Francesa y la posterior invasión de nuestro país por las tropas napoleónicas.


El día 2 de noviembre de 1791 dio a luz a su primer hijo, Rafael, bautizado en la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas de Córdoba, ciudad a la que se trasladó tras su boda con el Marqués de Guadalcázar y en cuyo palacio familiar, sito en la parroquia citada, vivió hasta su muerte. Rafael heredó los títulos y mayorazgo de su padre en 1810, pero murió el 17 de octubre de 1812, con veintiún años y sin descendencia. Dos años y medio después, nació el segundo vástago. El día 2 de junio de 1793 nació Mª Magdalena. Este alumbramiento debió ser difícil, pues en la partida de bautismo, el párroco aclara que por el peligro que corría la niña fue bautizada el mismo día. Casó Mª Magdalena en 1832 con el teniente coronel don Gabriel Squella y Martorell, nacido en Menorca, si bien las capitulaciones se habían firmado en Córdoba en 1812, días después de la muerte de su hermano el Marqués. La dote fue de 220.000 reales, en su mayor parte procedentes de su madre doña Mª Isidra y 44.000 reales en concepto de arras. Murió sin descendencia. El 14 de junio de 1795 nace su tercera hija, Luisa Rafaela, bautizada en la iglesia citada de Córdoba. Casó Luisa el 7 de abril de 1816 en la capilla del palacio de Guadalcázar de Córdoba con don Santiago Ricardo Wall y Manrique de Lara-Toledo, conde de Armíldez de Toledo.


La dote y arras fueron otorgados al día siguiente por un total de 1.116.626 reales, cantidad en la que se incluye la plata que de modo especial le legó su madre doña Mª Isidra. Tuvo tres hijos a través de los cuales no seguiría la casa de Guadalcázar, aunque sus hermanos no tuvieron descendencia, sino que continuaría con su hermanastro, don Fernando Pedro Alfonso de Sousa, hijo de la segunda esposa de su padre, como veremos más adelante. El 24 de julio de 1797 dio a luz doña Mª Isidra a su último hijo, Isidro, quien en 1841 casó en Sevilla con doña Mª Josefa Núñez de Prado y Virués de Segovia y falleció el 26 de agosto de 1870 en su palacio de la calle de San Bernardo de Madrid sin sucesión. Fue Isidro quien ostentó finalmente el mayorazgo[7], pues tenía 15 años cuando murió su hermano mayor, Rafael.

Testamento y fallecimiento[]

En 1796 doña Mª Isidra testó de su puño y letra y dos años después redacta una addenda a su testamento, que no protocolizó hasta el mismo año de su muerte. La citada addenda responde a las crecientes dificultades económicas, pues reduce considerablemente los legados del primer testamento. Llama la atención el legado que hace a su hija Luisa mejorando el tercio y sobrante del quinto, por lo que pide a su esposo le entregue a Luisa “…la plata de mi tocador y recámara que traje de dote…”[8] En los legados del testamento de la Doctora de Alcalá, además de instituir a sus hija/os como herederos universales y las obras pías, vemos el número de sirvientes que tenía en el palacio cordobés: un total de 36 (de los que 22 eran varones y 14 mujeres), frente a los más de cien que había en el palacio madrileño de sus padres. La mañana del 5 de marzo de 1803 murió doña Mª Isidra y esa misma tarde, su esposo citó a los albaceas del testamento para proceder a la apertura del mismo.


Fue enterrada en la capilla Mayor de la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas de Córdoba el día 7, con entierro solemne y secreto de madrugada, como era el deseo de la finada. Don Rafael, casó en segundas nupcias con una dama francesa, doña Margarita Godeau, con la que tuvo un hijo, Fernando, que llegaría a ser el XVI Marqués de Guadalcázar, pues sobrevivió veinte años a su hermanastro Isidro. Las razones del segundo matrimonio del Marqués hay que buscarlas en primer lugar en el viaje que hizo con Fernando VII a Francia y en segundo lugar, en las acuciantes necesidades económicas de la casa de Guadalcázar. El segundo matrimonio de don Rafael duró sólo dos años, pasando el mayorazgo al hijo mayor, Rafael cuya muerte dos años mas tarde provocó que heredara su hermano menor Isidro. Y fue a éste a quien su madrastra solicitó la pensión de viudedad. Su hijastro le presentó unas cuentas de la Casa de Guadalcázar claramente deficitarias, por lo que es fácil colegir lo poco que debió darle.


Aún se recuerda en Córdoba la enorme casona que fue palacio de los Marqueses de Guadalcázar, derribada a mediados del s. XX y cuyo solar ocupa hoy una moderna urbanización. Es claro que el matrimonio del Marqués con Mª Isidra retrasó la ya iniciada decadencia del mayorazgo, como también lo es que los acontecimientos históricos aceleraron el proceso, de modo que ya en el siglo XIX era patente el declive de la Casa de Guadalcázar, así como la desmembración del mayorazgo. En el s. XX, tras la guerra civil, el antiguo palacio fue utilizado como sede de Falange y en los años sesenta de dicha centuria la especulación acabó definitivamente con él. Desde un punto de vista histórico, la hazaña de doña Mª Isidra debe considerarse en el contexto de la España Ilustrada, influida por las ideas enciclopedistas con figuras tan señeras como Feijoo[9], Jovellanos, Floridablanca o el propio Carlos III por un lado, y por otro la fuerte tutela de la Iglesia Católica.

Notas[]

  1. Entre otros muchos títulos, pues eran grandes de España de primera clase.
  2. Como tampoco lo consiguió Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1853, ni Emilia Pardo Bazán en 1912, ni Blanca de los Ríos en 1928, ni Concha Espina en 1930, ni María Moliner en 1972.
  3. Sobre las cátedras de los miembros del tribunal y los méritos académicos de los mismos, véase Mª Jesús VÁZQUEZ MADRUGA., Doña María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda, “Doctora de Alcalá” Biografía., Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, Concejalía de Mujer, Alcalá de Henares 1999, pp. 91-93.
  4. “…seguía la Universidad compuesta por 55 graduados de maestros, 6 doctores en Medicina, 42 de Cánones y 55 de Teología, presidida por el señor Cancelario, Juez académico y el Rector…” Ibidem, p.111.
  5. Ibidem. P. 113.
  6. Ibidem., p. 116.
  7. Cuyo caudal ascendía aproximadamente a unas 8.000 fanegas, 750 aranzadas de olivar, 20.000 metros cuadrados de casas y unos 5 celemines de solares.
  8. VÁZQUEZ MADRUGA., Ob. Cit., p. 145.
  9. Amigo de la familia y que acompañó a la joven en su entrada en la Sociedad Matritense y también en la Real Academia de la Lengua.
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